De diez y diez no paso. Factura simple a consumidor final de juego de manos villanescas y madrileñas. La toledana brilla asesina, reflejando los faroles de un monstruo innombrable que dobla en una esquina maldita y acierta las piernas débiles del anciano capitán.
Se duerme la pradera, tibi y vacía. El vigía da voz de “Agua va” y escupe hacia el empedrado para apagar la brasa prohibida, para controlar y castigar al impune.
La puerta verde no se abrirá por las siguientes cuatro horas y la fila de claudicantes monjes serios, se ríen de frustración mientras dentro el diablo furioso continua su proceso de final sangriento y cuchillas anchas y siniestras.
El indio americano sabe que es mentira pero no ceja en su intento de tener todo bajo control.
Y el teléfono no suena ni la oscuridad se detiene. La noche me cubre como tinta mientras intento escapar de la mirada ansiosa de los lacayos de ningún rey.
Ciervos de largas astas, con paso grave y antiguo, acompañan al rustico en su viaje al mar.
Ya en la orilla, con su magia lo encienden y el cuerpo en su interior crepita mientras las dryadas lo guían a través de su hogar profundo y azul.
Y ahora, sumido en la profundidad de los siglos, miro el reloj sin miedo.
Tres horas, solo tres, para que se abra la fatídica entrada y el ejercito de demonios se esparza entre los hombres temerosos de dios.
No contare el final.
Porque el arte ya no desea.
Estar triste.
Estar solo.
No estar.
20090616
20090601
Un guante rojo
Extraviado en el ring busca la respuesta en los guantes del contrincante.
Las trompadas arrecian como llovizna de otoño pero la conciencia es algo dificil de extraviar. Esta siempre ahi, recordandonos nuestra miseria, nuestra inutilidad, nuestra vejez.
Un Guante rojo se acerca atravezando el eter en un borron de sangre maldita.
Por un instante el tiempo, y con el todo el universo, se vuelve atipico.
La mueca congelada de falsa bronca en la cara indemne del rival.
Billetes en las manos de billetes tras las cuerdas prisioneras.
Una campana salvadora pero mentirosa porque pronto habra que volver a morir de a poco.
Todo sea por tan solo un segundo de eternidad.
Las trompadas arrecian como llovizna de otoño pero la conciencia es algo dificil de extraviar. Esta siempre ahi, recordandonos nuestra miseria, nuestra inutilidad, nuestra vejez.
Un Guante rojo se acerca atravezando el eter en un borron de sangre maldita.
Por un instante el tiempo, y con el todo el universo, se vuelve atipico.
La mueca congelada de falsa bronca en la cara indemne del rival.
Billetes en las manos de billetes tras las cuerdas prisioneras.
Una campana salvadora pero mentirosa porque pronto habra que volver a morir de a poco.
Todo sea por tan solo un segundo de eternidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)